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Cómo iniciar nuevos ciclos

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“Se miran, se hablan sin hablar los dos; se sueñan, se sonríen… pronto empezarán a volar. Es la magia de
vivir así, sin miedo, sin miedo adelante…” (Lorea Aranzasti, “Diminuto adiós”).


Observo a la oruga que, casi a ciegas, camina hasta llegar al borde de la hoja. Sigue su instinto de encontrar un lugar donde convertirse en crisálida en la oscuridad de su capullo. Después le sallen alas de mariposa y pone huevos. Eclosionan larvas y crecen de nuevo orugas. Fin o comienzo del ciclo, Y todo sin dudar.

Los humanos nos resistimos muchas veces al instinto, a la sabiduría del cuerpo y de la propia vida. El miedo al cambio, a lo nuevo, a dar el salto es lo que impide en general iniciar un nuevo ciclo. La pregunta “cómo lo hago”, es una de las más paralizantes de las que escucho en sesiones de terapia; sin embargo, los consultantes tienen claro el qué y el cuándo. El qué: salir del atasco, del atolladero, de una etapa que ya se agotó. El cuándo: cuanto antes.

Esto ocurre con los ciclos emocionales: se mantienen amistades asimétricas o incluso tóxicas; se prolongan relaciones sentimentales hace tiempo agotadas. En los ciclos profesionales, a veces se empieza a somatizar; se reproducen una y otra vez síntomas de trastornos, porque el cuerpo no aguanta ya una labor que empieza a asfixiar. A veces se agota el tiempo de vivir en una determinada casa, ciudad o país. Hay que mudarse.

Muchas personas que no dejaron su familia de origen a los veinte ni a los treinta, se quedan con cuarenta y cincuenta en casa de los padres. Y se les pasa el arroz. Perdieron los sueños y ganaron kilos, arrugas y canas. A los cambios biográficos empuja la vida, que tiene muchas marchas, pero carece de marcha atrás.

Para resolver los “cómo”, es necesario sacar nuestra parte más vital; esa que conecta con la realidad más palpable del aquí y ahora. La que reacciona disolviendo los obstáculos; esa que nos sana movilizándonos, aguza nuestro olfato y restablece el equilibrio perdido.

Hay quienes al empezar un nuevo año hacen pequeños propósitos. A veces hasta los cumplen. Suena a “cambiemos algo, para que todo siga igual”. Pero frustran su potencial de auténtica transformación. Los ciclos vitales producen evoluciones naturales y son imparables. Basta con aplicar la famosa máxima de Bruce Lee: “Be water my friend”. El agua no se opone, bordea. Adopta las innumerables formas de sus posibles contenedores. Se transforma incesantemente en arroyo, río, mar, nube, lluvia, rocío o hielo… Y nunca pierde su esencia. Tampoco la pierde la luna, siendo llena, nueva, menguante o creciente.

Toca seguir el ciclo vital, del rey León: “Al minuto de nacer, a tientas luchamos por andar. Todo está ante ti, todo por descubrir… No podrás esperar a vivir, pues la noche vendrá y otro sol nacerá. Sombras y luz bailarán sin fin. Es el ciclo vital…”

Pequeños recursos que facilitan iniciar un nuevo ciclo:

  1. Deshacerse de objetos que ya no se utilizan, simbólicos de fases superadas de la propia vida.
  2. Abandonar creencias, rutinas, mecanismos de defensa que ya no sirven.
  3. Abrirse a nuevas amistades.
  4. Emprender actividades largamente pospuestas.
  5. Desarrollar alguna cualidad creativa.
  6. Soltar la ilusión de controlar el futuro.
  7. Ir por la vida como se danza y levantarse tras cada caída

Cobremos conciencia de que somos, como Canta Lorea de la Banda Boreal, “pequeñas certezas, un cuerpo de ausencias, de ruidos y huecos… un silencio en la orilla del alma. Un ir, y dejar que suceda…”

Alfonso Colodrón


Alfonso Colodrón es escritor, terapueta Gestal, facilitador de talleres transpersonal y conferenciante. Autor de libros como Palabras al aire, Las pasiones Capitales – Iniciación heterodoxa al Eneagrama, entre otros de la Editorial Mandala. www.mandalaediciones.com

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